El sentido de la vulnerabilidad

por Activismo

Frente a las narrativas que deshumanizan a comunidades negras y marrones, reivindicar la vulnerabilidad como principio fundamental para la creación es político.

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Miro atrás y recuerdo todos los momentos en mi infancia que tuve llenos de alegría y felicidad. Siempre fui una niña muy creativa, cariñosa y risueña. También fui muy observadora, despierta y sensible, lo que hacía que captara de forma muy rápida lo que pasaba a mi alrededor. Algunas personas pueden pensar: ¿y eso qué tiene que ver con la negritud?

Cuando eres pobre, tus dos padres son migrantes, tu madre es soltera con dos niños enfermos a su cargo, tú la acompañas y sirves de apoyo y, además, sientes que en un mundo que se comporta de forma hostil contigo constantemente por tu clase social y porque eres negra, todo se viene encima. Porque no hay por dónde drenar ni escapar.

Siempre estás alerta, no encajas en ningún sitio. No eres el ideal de nada ni de nadie y sólo quieres convertirte en lo que no eres o, simplemente, desaparecer por momentos y encontrar espacios en donde estar tranquila.

No podías estar despreocupada del todo. Una misma comienza a autoimponerse la idea de que quizá no debe gozar del privilegio de vivir tranquila sin pensar en los otrxs.

La realidad es que la infancia y la adolescencia se vuelve una pequeña batalla constante en la que una lucha por superar sus traumas, no olvidar los sueños, no sucumbir ante el dolor de ciertas heridas y recuerdos y, al fin, poder ser mentalmente consciente y libre.

Era más que una niña procedente de un entorno precario, era más que una niña afrodescendiente con dos padres extranjeros, era más que una niña con un hermano autista, era más que una niña cogida de la mano de su madre, ayudándole con el papeleo. Era más que una niña con una herida abierta a la altura del ombligo y el pecho. 

Reclamo la libertad a la hora de crear, expresar y vivir en el mundo. Para todo el mundo, pero –sobre todo– para todos los cuerpos que hemos sido señalados e infravalorados a lo largo de nuestras trayectorias. 

Aquellos cuerpos que han querido silenciar y apartar a un lado haciéndonos sentir menos, por negros, marrones o migrantes y porque es la única forma de recuperarse y vivir en dignidad.

Recuerdo –como si fuera ayer– que en una ocasión, mientras una compañera de clase y yo esperábamos a nuestras madres en la esquina del patio del colegio, vimos entrar por la puerta principal a mi madre. Mi compañera de clase, marrón, sucumbió ante el cabello lacio, largo y rubio de mi madre, a los estándares eurocéntricos y hegemónicos de belleza, alabó “lo guapa y bella que era ella” y le pareció inexplicable que yo fuera así de fea. 

Sentí un nudo fuerte en el estómago. Sentí que me faltaba algo de aire, sentí que todo el mundo se organizaba en mi contra para enterrarme en el bajo suelo y más allá.

Me entraron ganas de llorar desconsoladamente y me mordí fuerte las mejillas para que no se me saliera ninguna lágrima (este gesto lo sigo haciendo cuando me quiero contener). Mi madre se acercó a mí con cariño y yo sólo tuve la fuerza suficiente para decirle que nos fuéramos rápido. No recuerdo siquiera si se lo conté.

¿Y por qué estos recuerdos? Porque, por desgracia, no son sólo las cosas buenas las que nos perfilan, nos marcan y nos hacen ser quienes somos. Lo hacen, en igual o mayor medida, las experiencias y memorias malas.

Mi pequeño objetivo a nivel artístico es que mediante el arte, las personas que, de un modo u otro, hemos sido apartadas o no representadas de forma digna, logremos el autoestima y las herramientas para escoger todos aquellos valores que se nos ha despojado, debido a tantos prejuicios y sesgos que existen sobre nuestras corporalidades. 

Me interesa ante todo la vulnerabilidad y la fragilidad como valores fundamentales para el arte y la escritura, ya que muchas veces a las comunidades marrones y negras se nos ha negado el derecho de sentirnos así. Hemos tenido que vivir siempre al pie de la batalla para demostrar lo que valemos y no morir en el intento de rescatar el poquito autoestima que nos queda.

El sentido de vulnerabilidad y fragilidad nos recuerda que somos sensibles, supervivientes de miradas prejuiciosas, salvadoras y peligrosas. Nos recuerda también que no tenemos porqué demostrar nada aunque muchas veces tengamos el ímpetu de hacerlo con tal de no ser juzgados. También nos mantiene en tierra para que nunca olvidemos que, pese a toda la narrativa de deshumanización que vivimos, nadie –nunca más– podrá contar nuestras historias ni se atreverá a robarnos nuestro tiempo y nuestra voz.

Y esto es una sanación constante.

 

El sentido de la vulnerabilidad

 

Gabriella Nuru

 

Leído por: Scarlet Estrada

 

Afrochingonas, septiembre de 2023

Gabriella Nuru

Reconocernos en la conciencia de una misma y superar miedos y traumas pasados para ser la mejor versión de una misma y encontrar nuestro poder negro y femenino