¿Podemos descolonizar nuestro deseo? Porqué leer Huaco Retrato de Gabriela Wiener

por Arte, Corporalidad

Era tan bonita sin saberlo pero me afearon, me hicieron un monstruo irreversible. Ahora vas a saber lo que es el miedo, el miedo al abandono convertido en arma arrojadiza. ¿Acaso no se transfieren las formas del deseo y del amor? 

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Quizás muchas de nosotras nos hemos sentido identificadas con lo que Gabi nos contaba en su novela. ¿Cuántas veces no hemos desprestigiado nuestro cuerpo, nuestra identidad y nuestra ascendencia solo por no responder a los estereotipos de belleza blanco mestizo-hegemónicos? 

En más de una ocasión he llegado a pensar que no soy atractiva para el resto. Y por supuesto, ¿cómo no lo voy a ser si mi propia mirada me rechazaba? ¿Pero por qué hemos tenido esas percepciones? De niña o adolescente sientes que esos patrones son normas naturales a las que ‘lamentablemente’ no correspondes. Resulta muy difícil ser consciente de esas dinámicas si en las películas te dicen que la belleza está en tu interior y no en tu físico, pero ‘curiosamente’ esas mismas películas son protagonizadas por mujeres jóvenes blancas, altas y delgadas.

En Huaco Retrato, Gabriela Wiener presenta varias situaciones que vive una vez que su padre fallece, sobre todo en el aspecto afectivo y del deseo. En su novela autobiográfica, Gabi tiene una relación poliamorosa junto a Jaime, limeño, y Roci, española y 13 años menor a Gabi. Pese a los acuerdos que implica el poliamor y en medio de su proceso de luto, Gabriela se dio la oportunidad de dejarse llevar por sus deseos y empieza a tener una relación casual con otro joven limeño mientras estaba en Perú.

Ya en Madrid cuenta lo ocurrido a sus parejas que, por supuesto, conllevan reacciones y sentimientos de dolor, desinterés y enojo, pero en Gabi surgen inseguridades, celos, deseos y cuestionamientos sobre su estado sexo-afectivo. En medio de su estado depresivo por su vida amorosa y por reconocer sus históricos dolores producto del perenne colonialismo y racismo, decide acudir al taller Descolonizando mi deseo, donde sus inquietudes con respecto a sus deseos y sus orígenes se ven guiados a la búsqueda de un reencuentro con su identidad latina mestiza.

 

“No soy blanca, no voy a hacer un taller de cerámica. Me entero de que se está organizando entre varias un grupo de afinidad llamado «Descolonizando mi deseo» para hablar de cuerpos y sexoafectividad. Solo para racializadas. Me apunto. Estoy decidida a ir y a trabajar en esto. El nombre me representa ahora mismo como nada. Quiero cercenarme al patriarca que me habita y dejar de celar a mi novia española”.
(Wiener 2021: 47).

 

No solo por su maravillosa y atrapante narrativa, su novela evidencia el vínculo de los afectos y los deseos con las configuraciones gestionadas a partir de la interseccionalidad, particularmente entre sexo y raza, donde el colonialismo sigue encarnando. Descolonizar el deseo implica reconocer que ese deseo por lo blanco ha ocultado su origen violento sobre otras identidades. Descolonizar el deseo es desprenderse de esa belleza construida a base de sangre y desigualdad. Descolonizar el deseo es, maravillosamente, resignificar nuestras diversas raíces, ampliar y complejizar las identidades de deseo que superen la noción de control y objetivación de los cuerpos.

Gabi demuestra que para descolonizar el deseo, el primer paso consiste en ser consciente de cómo los sistemas de dominación han atravesado históricamente nuestros cuerpos, subjetividades, deseos y afectos, configurando así nociones de belleza/no belleza. En su caso, ella es consciente no sólo de su endorracismo, sino del origen de este, de la trayectoria histórica que ha tenido ella y su familia con su identidad mestiza y apellido ‘blanco’. Pese a ello, Gabi está dispuesta a afrontarlo.

Sin embargo, no es nada fácil: “…lo que ocurre en nosotros, cuerpos racializados, por ese mandato, por haber aprendido que los cuerpos deseables son los blancos, delgados y normativos, mientras despreciamos lo que se parece a nosotros. La teoría me la sé. Pero cómo me la meto al cuerpo” (Weiner 2021 52).

La “nueva” Gabi aclara que este proceso no termina con desvincularse de las nociones de belleza del colonialismo blanco, sino en convertir la identidad como un camino para cuestionar la hegemonía de belleza y resignificar las bellezas que siempre han estado presentes, pero invisibilizadas. Gabi escribe su poema Panchinlandia:

 

Qué pelo hermoso, crin de caballo, qué bien haces el pollo frito. Qué piel, qué suave, qué dientes, qué manitos, tan pequeñas y morenitas. Podría bajar un bloque de hielo de la cordillera en mi espalda para purificar la cosecha. Me aplaudirías. […] Me he reproducido como una flor de cactus en este territorio ajeno que voy haciendo mío
(Weiner, 2021: 72).

 

La identidad mestiza, así como todas las demás inferiorizadas, tiene muchas heridas históricas que sanar. Es maravillosamente diversa y tiene mucho que decir, mucho que transformar del dolor. Somos bellas, pero cuánto nos cuesta reconocerlo. Intentemos descolonizar nuestro deseo pero también nuestros afectos y leamos Huaco Retrato.

Adela Vargas Murillo

Guayaca feminista. Socióloga especialista en derechos sexuales y derechos reproductivos. Máster en Género y desarrollo de FLACSO-Ecuador. Experiencia en acompañamiento a adolescentes y jóvenes en formación de educación integral de la sexualidad. Actualmente, trabajo en la fundación CEPAM-Guayaquil para prevenir la violencia sexual en el contexto educativo. Amante de lxs gatitxs!