El dancehall como goce y resistencia
El dancehall es libertad, felicidad, amor, cultura, diversión y goce, a pesar de que los racistas digan lo contrario.
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Dancehall es libertad, felicidad, amor, cultura, diversión y goce. Pero, ¿por qué es visto como perteneciente a la baja cultura y, por lo tanto, degradado y saqueado? ¿Por qué las mujeres que bailan dancehall son cosificadas? ¿Por qué es tan crucial difundir discursos misóginos, clasistas y racistas que crean vergüenza y violentan a las mujeres que se atreven a gozar de su cuerpo?
Detrás de ese discurso, podemos encontrar nociones coloniales y patriarcales que durante siglos han establecido el orden de las cosas de forma opresora y violenta, haciéndolo pasar como algo natural cuando en realidad se trata de algo histórico.
El dancehall es un género musical y un estilo dancístico del guetto de Jamaica que en su expresión manifiesta la cotidianidad de su gente, es decir, la moda, la sexualidad, las relaciones de poder, su dolor y su dicha. Es el reflejo de una cultura golpeada por la pobreza, la blanquitud, el colonialismo y otros discursos dominantes que se entretejen para ejercer una desmedida violencia material y simbólica. A pesar de esto, el dancehall surge como forma de rebelión y resistencia ante dichas opresiones, aunque en su expresión se distinga la marca de las violencias ejercidas en su contra.
Las mujeres que bailamos dancehall y otros géneros que se desprenden de este, lucimos movimientos que destacan el control y fuerza de nuestro pecho, cadera y nalgas. En torno a esto, existe un conjunto de creencias que sobajan a las mujeres que bailan moviendo el culo: “sólo quieren llamar la atención de los hombres, son mujeres que no se respetan, de una clase social baja y de poca educación”.
Por lo que he decidido pasar por el tamiz de la sospecha, como recomienda Amorós, ese discurso. Porque las mujeres que movemos el culo estamos llevando a cabo un acto contestatario, de rebeldía y de apropiación de nuestros cuerpos.
Rosa Cobo (1995) en su obra Fundamentos del patriarcado moderno, habla de cómo durante la Ilustración, se proclamó como bandera la igualdad y la libertad para todos los hombres. No fue así, fue más bien un grupo de hombres, europeos, blancos, estudiados y con recursos económicos quienes sustentaron, en base a un fracaso de la razón, un orden jerárquico que continuaba oprimiendo y explotando tanto a otros hombres como a las mujeres.
Así, a la mujer, por su capacidad de gestar, se le relegó al ámbito de la naturaleza y a la esfera de lo privado, se le atribuyó lo subjetivo, lo emocional, el cuerpo, lo intuitivo y la inmanencia. Mientras que, al hombre, se le concedió la cultura, las leyes, el gobierno, el arte, la cientificidad, la mente y por lo tanto el derecho y, de hecho, la obligación de dominar a las mujeres. Justificando así la desigualdad social en base a la falaz desigualdad natural.
Con el colonialismo europeo, este pensamiento jerárquico y dicotómico fue el que llevó a cabo la labor de degradación y esclavización ideológica en Jamaica. Así, las personas esclavizadas fueron relegadas al ámbito de lo primitivo, de la naturaleza y, sus cuerpos al ser considerados inferiores, eran vistos como ofensivos.
Sin embargo, estas nociones dicotómicas como naturaleza-cultura, cuerpo-mente, objetivo-subjetivo e inmanencia-trascendencia no son el resultado de un análisis racional, más bien se trata de una serie de acuerdos que validan el abuso de poder y las relaciones asimétricas de los involucrados hacia el resto de la sociedad. Ciertamente, la naturaleza y la cultura no están contrapuestas, se entremezclan. Separar el cuerpo y la mente es una pretensión absurda y sin sentido. Ambicionar la objetividad como criterio de validez es olvidar que somos seres únicos, históricos y con experiencias constitutivas.
Aun así, estas categorías continúan promoviendo criterios de valor y dando origen a creencias en torno a lo que hombres y mujeres deben ser. Es así que las mujeres que disfrutan de mover el culo se sobajan, esta creencia colonialista intenta categorizar el movimiento y goce del cuerpo como algo primitivo e irracional. Esta creencia, también patriarcal, pretende restringir la sexualidad femenina y ponerla al servicio de la maternidad y el deseo masculino.
Es por esto la incomodidad, el enojo y la ofensa. Porque mover el culo implica salir del lugar simbólico y político en el cuál han intentado recluirnos durante siglos. Porque bailar nos permite decidir y disfrutar de nuestro cuerpo y nuestra sexualidad para y por nosotras mismas, porque salimos del espacio privado y tomamos el espacio público, porque pasamos de ser deseadas a ser deseantes, porque pasamos de ser objetos, a ser sujetas.
Porque bailar es resistir ante lo colonial, ante lo patriarcal, y que todo tiemble con mi jiggle y que toda arda con mi whine.
El dancehall como goce y resistencia
Escrito por: Margarita López
Leído por: Marbella Figueroa
Afrochingonas, noviembre 2023
Bibliografía
Cobo, R. (1995). Fundamentos del Patriarcado Moderno Jean Jaques Rousseau. Ediciones Cátedra
Margarita López
Investigadora enfocada en el análisis crítico del discurso. Me fascina el poder y las posibilidades de las palabras, el lenguaje y las ideologías. El dancehall me apasiona, me permite descubrirme en el disfrute y, felizmente, entrelazar mis pasiones, el discurso de lo insubordinado, la apropiación del propio cuerpo, el resistir, el combatir, el gozar y el ser en comunidad fuera del «deber ser» establecido.