25 julio: Día de la mujer afrolatina, afrocaribeña y de la diáspora
Más que un reconocimiento, exigimos que el Estado se apegue a los tantos tratados internacionales que firmó para garantizar el respeto por la vida de las personas migrantes.
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Hace 30 años, se reunieron en República Dominicana alrededor de 400 mujeres negras de 32 países de Latinoamérica y el Caribe para tratar los temas que atraviesan a las mujeres negras en la región: sexismo, empobrecimiento, discriminación racial, migración, encarcelamiento, violencia policial, etcétera. Desde entonces, cada 25 de julio se celebra el Día Internacional de la Mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora que tiene como objetivo visibilizar los aportes, luchas y resistencias de las mujeres afrodescendientes y promover acciones concretas que eliminen la discriminación y el racismo.
Según el Censo poblacional de 2020 realizado por el INEGI, en México existen 2.5 millones de personas que se identifican como negras, afromexicanas o afrodescendientes. El 51 por ciento de estas personas somos mujeres.
Aunque por fin se dio el reconocimiento de las personas afrodescendientes en el artículo segundo de la Constitución política mexicana, el racismo no desaparece. Las mujeres negras en México aún nos enfrentamos a situaciones de racismo que violan nuestros derechos humanos. Las mujeres negras mexicanas somos víctimas de acoso y hostigamiento policial porque se duda todo el tiempo si realmente somos mexicanas. En las calles, autobuses y aeropuertos, las autoridades migratorias nos exigen mostrar nuestras identificaciones oficiales y que cantemos en voz alta el himno nacional. A pesar de contar con documentos de identidad que nos acredita como mexicanas, muchas de nuestras hermanas han sido deportadas a otros países como Honduras y Haití.
El reconocimiento es insuficiente. La brecha histórica es inmensa y es urgente y necesario que el estado repare a los pueblos negros y racializados de México por 500 años de racismo estructural. Las acciones afirmativas ya no nos interesan. Las cuotas de género o de racialidad son acciones paliativas que no resuelven el problema del racismo de fondo. Nos hicieron creer que si nos daban una parte del pastel el racismo desaparecería. Más que cuotas de género o puestos de representación, exigimos que el Estado respete los territorios de la gente prieta de México, que detenga de inmediato la construcción del Tren Maya, que de respuesta por las desapariciones, asesinatos y detenciones de personas defensoras de tierra y territorio.
Las acciones afirmativas ya no nos interesan. Las cuotas de género o de racialidad son acciones paliativas que no resuelven el problema del racismo de fondo. Nos hicieron creer que si nos daban una parte del pastel el racismo desaparecería.
No necesitamos el reconocimiento en una constitución si la sociedad mexicana sigue reproduciendo el sistema racista que nos vulnera y nos deshumaniza. Queremos vivir plenamente y no sólo sobrevivir. Merecemos acceso a los derechos “humanos” que parecen, más que derechos, un privilegio al que pocos tienen acceso.
Queremos “vivir sabroso” como dice Francia Márquez, mujer negra, vicepresidenta electa de Colombia. Vivir sabroso es salir a la calle sin miedo, poder disfrutar de la vida con libertad. Vivir sabroso significa que se respeten nuestros derechos humanos. Existir sabroso es no preocuparnos por qué vamos a comer, se trata de existir sin miedo a ser forzadas a dejar nuestras tierras con la esperanza de algo “mejor”. Vivir sabroso es que los recursos naturales que nos rodean no sean extraídos por empresas multinacionales, vivir sabroso es gozar de agua potable, poder bañarnos en nuestros ríos y mares, ir a las montañas llenas de vegetación y fauna.
Vivir sabroso es la posibilidad de poder elegir en qué gastar nuestro tiempo y no tener que destinar media vida en traslados largos para llegar a nuestros trabajos explotados y precarizados. Se trata de tener la libertad de elegir qué chingados hacer con nuestra vida y ser dueñas de nosotras mismas.
Más que un reconocimiento, exigimos que el Estado se apegue a los tantos tratados internacionales que firmó para garantizar el respeto por la vida de las personas migrantes. Esta guerra que vivimos en México, esta constante violación a los derechos humanos, esta crisis de la vida, se llama racismo. Racismo que inició hace 500 años cuando Colón pisó los territorios de Abya Yala y cuando los colonos europeos secuestraron a nuestros ancestros africanos para esclavizarlos.
Más que un reconocimiento, exigimos que el Estado se apegue a los tantos tratados internacionales que firmó para garantizar el respeto por la vida de las personas migrantes.
Hoy 25 de julio, Día de la Mujer afro, nos posicionamos a favor de la vida, del respeto y del cuidado por la tierra. Nos oponemos a la militarización de las calles, al uso excesivo de la fuerza, a las armas, a las medidas punitivas, a las cárceles. No queremos leyes para resolver el racismo o el sexismo, porque como mujeres prietas, negras y racializadas creemos que las cárceles no son sinónimo de justicia, sino todo lo contrario. Las cárceles son la esclavitud de la actualidad, como bien diría nuestra referenta, feminista negra antirracista, Angela Davis.
Hoy 25 de julio, Día de la Mujer afro, nos posicionamos a favor de la vida, del respeto y del cuidado por la tierra.
Queremos libertad, sanación y reparación no solo para nosotras sino también para los hombres que nos han agredido. No queremos cárceles, queremos escuelas donde se respeten nuestras lenguas, nuestros saberes y ritmos. Basta de leyes, códigos penales y criminalización, exigimos centros de salud dignos en donde la vida realmente se coloque en el centro. Queremos construir caminos de reparación y justicia que no reproduzcan las opresiones racistas, clasistas y patriarcales.
Queremos libertad, sanación y reparación no solo para nosotras sino también para los hombres que nos han agredido.
La herida colonial del racismo nos hiere de forma personal e íntima, pero también colectiva, por eso creemos que es necesario reflexionar, hablar y sanar juntxs. Construir en comunidad para luchar contra las múltiples violencias que nos atraviesan es urgente, porque el capitalismo racial y el patriarcado colonial nos separó y es nuestro deber reunirnos de nuevo para aplastar la matriz de las opresiones. Nuestro lema: “Solas somos semilla, juntas campo florido” refleja el poder que hemos conocido a partir de trabajar de manera colectiva hace un poco más de dos años. Es muy reconfortante tejer lazos de encuentro desde la diferencia, reconocernos desde la heterogeneidad y el dolor. Sanar la herida del racismo juntas nos ha permitido florecer.
Afrochingonas
Afrochingonas es un proyecto interdisciplinario de creación, comunicación e investigación antirracista donde compartimos nuestras experiencias para sanar juntas y reflexionar sobre las posiciones que ocupamos en esta estructura racista, patriarcal y capitalista.