
Feministas para criticar
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Sabemos que una mujer sea presidenta no es garantía de nada, por eso es necesario desbordar al sujetx histórico del feminismo: las mujeres.
Ahora que Ciudad de México será gobernada por una feminista -–supuestamente de izquierda y por lo tanto celebrada desde ciertas esferas políticas–- es importante reflexionar acerca de cómo encarnamos la mujeridad y su ocupación de los puestos de poder.
La agenda política internacional, la institucionalidad y, en general, lo que implica ser ciudadanx del mundo hoy en día, han incorporado el feminismo como una estrategia impostergable, pues es evidente que sería políticamente incorrectísimo seguir excluyendo a las mujeres de los espacios de liderazgo, pero ¿esta agenda realmente modifica las condiciones de vida de todas las mujeres?
Sabemos que no hay tal cosa como el feminismo sino los feminismos, porque existen corporalidades, contextos, orígenes y problemáticas tan diversas que encapsular tantas realidades bajo un solo frente, sería invisibilizar y totalizar cosmovisiones que están destinadas a ser heterogéneas. Tal y como decía Audre Lorde:
“Estar juntas las mujeres no era suficiente, éramos distintas. Estar juntas las mujeres gay no era suficiente, éramos distintas. Estar juntas las mujeres negras no era suficiente, éramos distintas. Estar juntas las mujeres lesbianas negras no era suficiente, éramos distintas (…) La supervivencia nos advertía a algunas de nosotras que no nos podíamos permitir definirnos fácilmente, ni tampoco encerrarnos en una definición estrecha… Ha hecho falta cierto tiempo para darnos cuenta de que nuestro lugar era precisamente la casa de la diferencia, más que la seguridad de una diferencia particular”.
A partir de ello es preciso preguntarnos, ¿qué feminismo promueve la nueva jefa de gobierno? ¿A qué mujeres cobija su política y desde qué perspectiva? Porque lamentablemente, el hecho de ser mujer y vestir de pañuelo morado no es garantía de una gestión libre de violencia para todas. Un gobierno que pretenda una “ciudad feminista” desde la híper vigilancia, desde el aumento de patrullas y cámaras de observación; que pertenezca a un partido político que financia el Tren Maya, que desplaza a pueblos originarios de su territorio y violenta los ecosistemas en nombre de un megaproyecto y que, escasamente, considera a lxs migrantxs desde una lamentable perspectiva caritativa, es un gobierno que no atiende a la imbricación de opresiones que diariamente nos atraviesan a las mujeres, pero además, tenemos que hacernos la pregunta, ¿queremos un feminismo de mujeres?
Nada es inamovible, por lo cual nuestros procesos de aprendizaje son eternos. Estamos en constante cambio y por ello, las discusiones deben mantenerse activas y nunca inertes: la inquietud es parte de la lucha anti-patriarcal. En este esfuerzo, porque nuestras causas no se hagan estáticas, hay consignas que tenemos que revisitar… por ejemplo: “mujer, escucha, esta es tu lucha” que tanto retumba en las manifestaciones del 8M, es una consigna excluyente. ¿No es esta la lucha de otras identidades también? ¿Quiénes somos lxs que luchamos en contra de las violencias patriarcales? ¿No debería ampliarse el sujetx del feminismo, históricamente entendido como un movimiento exclusivo de mujeres cis? ¿Cómo nombramos también a las personas transmasculinas, a quienes les fue impuesto el género femenino durante buena parte de sus vidas? ¿Acaso ellos no han sufrido también la violencia patriarcal? ¿Qué pasa con las identidades no binarias? ¿Qué pasa con las mujeres trans que muchas veces no encuentran lugar dentro de nuestros espacios de organización?
Pensarnos exclusivamente desde la mujeridad es peligroso, porque las violencias patriarcales afectan a muchas otras identidades y es nuestra tarea cuestionar lxs sujetxs de lucha y sus lugares de enunciación. El sujetx del feminismo debe ser todo aquel que haya experimentado violencia patriarcal.
Perspectivas antirracistas, descoloniales, anticapacitistas y periféricas tienen rato problematizando quiénes están convocadxs dentro de la lucha feminista y éste es un momento perfecto para revisar dichas reflexiones y poner en práctica el pensamiento crítico. Aunque no creamos en partidos políticos, aunque sea evidente que la democracia como forma de gobierno está en franca decadencia y aunque es difícil esperar algo por parte de lxs que ejercen el poder, es imprescindible mantener un diálogo con este tipo de gestiones, porque no nos basta con una campaña verde y morada ni con la falsa promesa de la sororidad, y eso el poder tiene que saberlo.
No estamos hermanadas por ser mujeres ni vamos a sentirnos representadas sólo por el hecho de que haya mujeres en cargos del gobierno. Por el contrario, estamos en posición de cuestionar las agendas supuestamente interseccionales que juegan a la diplomacia y bailan al son de los derechos humanos, pero que reproducen una idea universal de mujer, al mismo tiempo que impulsan políticas de castigo y de exclusión.
Más que tener mujeres gobernantes, queremos una despatriarcalización de las formas de hacer justicia; una descolonización de las formas de hacer gobierno y una reinvención de las formas de hacer territorio.
Mariana Álvarez Castillo

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Mariana Álvarez Castillo
Feminista descolonial, diaspórica y caribeña. Licenciada en Artes por la Universidad Central de Venezuela y Magíster en Estudios de la Imagen por la Universidad Alberto Hurtado.